Los
poblados se componían de agrupaciones de chozas o bohíos cubiertos de
paja y madera. Su instrumentos musicales eran la maraca y el tambor.
Los
timoto-cuicas usaban el río Motatán como vía para obtener sal del norte
del Lago de Maracaibo, además de surtirse de comida (peces) y agua para
substistir.
La
existencia de los timoto-cuicas en territorio de Motatán ha sido
corroborada por las muestras de utensilios de arcilla (vasijas e ídolos)
halladas en El Jobal, donde se localiza un rico afloramiento de
cerámica indígena. Este lugar se presume que haya sido utilizado como
cementerio, debido a los restos fósiles encontrados. En el caserío de
San Miguel, se encuentran tres cuevas llamadas "De los Indios", que han
sido parcialmente exploradas encontrándose suficientes pruebas
arqueológicas. De igual manera, en la parroquia El Baño, hace pocos
años, en unas excavaciones realizadas para construir una vivienda fue
encontrada una gran olla de arcilla con restos de un cadaver, en otro
sitio, en esta misma parroquia se encuentra una piedra a ras del suelo
que presenta unos símbolos esculpidos sobre ella.
A
la llegada de las primeras expediciones españolas estos indígenas
fueron maltratados y sometidos por los "Uamuspó-Uarí" (Enemigo Blanco).
La mayoría regó con su sangre las vegas del río y el pie de monte del
Albarical, Jalisco y El Jobal, otros huyeron a las montañas del Caño y
El Conquistado; fue en este cerro donde se escenificó la última
resistencia indígena, en el año 1575, liederada por el cacique Pitijay.
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